Conéctate con nosotros

Opinión

Sara Castrejón Reza: Fotografiar la sangre

Ataviada con sus artilugios, Sara Castrejón, creadora del fotoperiodismo en México marcó la historia permanente, honda, íntima y profunda

Publicado

en

Galo Mora Witt

La fotografía, espejo ambulante e irreverencia ante el Creador, sorteó tortuosos caminos en la historia hasta revelar el rostro humano. Existen registros de petroglifos fisonómicos a manera de retratos de hace más de dos mil años, pero su incubación artística se manifiesta en periodos de la Edad Media y el Renacimiento.

En el medioevo las poses de hombres y mujeres de la aristocracia y monarquía se fundían con iconografías bíblicas u oníricas, en las que dioses, reyes y ángeles llevaban la mejor parte. Los pobres no entraban al paraíso ni pintados y la ilusión plebeya estaba representada por las imágenes fugaces que el agua de algún riachuelo devolvía. Pero un simple pedrusco saltarín hacía que se diluyeran. Quedaba siempre la alternativa del espejo, cuyo tallado hecho hace tres milenios inició la alegoría de la vanidad, pero la imagen escapaba apenas el posante se retiraba del ángulo de visión, a lo que se sumaba el enorme peso del cobre o plata pulida.

No faltó la imprecación a la técnica fotográfica por intentar parecerse a Dios, como el juicio levantado contra Louis Jacques Daguerre por su invento de placas de plata iodada expuestas a la luz que develaron imágenes humanas que, cuales fantasmas malignos, observaban a sus observadores. Asociada incluso a la magia negra, la fotografía debió revelarse y rebelarse para convertirse en arte, testimonio, juicio, prueba, recuerdo. Pero, ¿cómo era posible que alguien osase atrapar el tiempo? ¿Nadie puede ni debe evidenciar el aura? ¿Era hechicería u obra del demonio ese trazo que poco a poco aparecía en las láminas y con mano invisible dibujaba caballos, árboles, lagunas, montes, damas o espadachines?

En México, donde tenemos menos complejos a la hora de hablar con la lobreguez y la muerte, la fotografía se abrió paso gracias a los trazos de los intermediarios de la sombra. Esos médiums fueron extranjeros asombrados. Entre ellos Stephens, Caterwood y el fotógrafo de las ruinas de antiguas civilizaciones Désiré Charnay, con sucesores tan dignos como el germano Guillermo Kahlo, padre de Frida. Paisajes bucólicos, estancias suspendidas en el tiempo, iglesias y ofertorios, retratos de hacendados y caciques, de matronas aburridas, eran la práctica habitual de los hacedores de la memoria en blanco y negro. Hasta que la quietud pasmada, que escondía atroces injusticias, se hizo añicos con la irrupción de antorchas, pendones y fusiles.

La bola, los comandantes, las soldaderas, pasaron a ser la luz del nuevo paisaje, el de la Revolución mexicana. Entonces aparecieron los lentes del periodista Agustín Víctor Casasola y el obregonista Jesús Hermenegildo Abitia. Y, con ellos o frente a ellos, la mirada fisgona de una mujer excepcional: Sara Castrejón Reza, partera de la oscuridad, que es la luz que no vemos, como dijo alguna vez Albert Einstein. Con placas de peltre recubiertas de betún, ofrendó a la historia su mano mágica, su ojo de lince y su devoción por la revuelta. Con ella no cabía el peligro con el que la mitología acabó con Narciso cuando este se enamoró de su propio reflejo. Porque lo que Sara puso en papel albuminado fue la cara cuarteada, cobriza, partida, deformada o violenta de la Revolución.

Sara, hija del abogado Simón Isabel Castrejón y María Consuelo Reza nació en Teloloapan, Guerrero, el 16 de agosto de 1888. Conocida como la Atenas del sur, por la cantidad y calidad de muchos intelectuales allí asentados, Teloloapan ha sido también una ventana al cielo por el destino elegido y las vecindades: Taxco de Alarcón, Zacualpan, Iguala. En el siglo XXI no faltará quien diga que es también una puerta hacia el infierno.

En la infancia Sara ayudó a su madre en la confección de flores de papel maché, pinturas sobre tela, bordados en seda y tafetán. Su habilidad artesanal y curiosidad artística la llevaron a sus 18 años a emprender viaje a la capital de la República con el propósito, entonces inaudito, de estudiar fotografía. Regresó con mirada altiva a su pueblo e instaló un estudio fotográfico que pasó de graficar primeras comuniones a batallas campales. Los retratos que pendían en óvalos de bronce en casas familiares cedieron paso a fotografías de cananas cruzadas en el pecho de comandantes, como Jesús H. Salgado, líder maderista que entró al pueblo de Teloloapan el 26 de abril de 1911 al grito de: ¡Sufragio efectivo, no reelección. Viva la Revolución!

Ataviada con sus artilugios, L’escopethe o el obturador Leica desarrollado por Edison y Eastman, la creadora del fotoperiodismo en México andaba a la caza de instantáneas esplendentes que, fueron, por paradoja, las que marcaron nuestra historia permanente, honda, íntima y profunda.

No se trataba de una mera ilustradora del documento escrito ni de la realizadora de viñetas que acompañaban poemas y discursos. Sino de la imagen como representación, significante y símbolo. Así lo escribe Samuel Villela en su obra Sara Castrejón, fotógrafa de la Revolución, dedicada integralmente a la artista testimonial guerrerense. Este último, libro en el que texto y contexto superan el tradicional pie de foto, para darnos cabal interpretación histórica de las imágenes.

Villela nos lleva hacia dentro mismo de la conciencia de la fotógrafa, de sus vicisitudes, su toma de partido, y a volvernos a hacer la antigua pregunta de la filosofía zen: ¿Es más fuerte la luz de la mirada que la del sol? Era necesario tomar distancia para apretar el obturador de la cámara. Pero no plantarse demasiado lejos, porque no existía el zoom y en lejanía no se escuchan los latidos. De ahí que haya sido indispensable establecer un nexo del ojo tuerto con los sentidos y los sentimientos. La cámara y la mirada observan contrastes, miseria, rebelión, rabia, venganza. Es decir, un tejido de vísceras y conciencia capaz de convertir una instantánea en mito, un clic en leyenda, un álbum en proceso histórico.

A la manera de Neruda con su libro más político, la obra de Sara Castrejón es un Cantar de gesta que incluye e incuba microhistorias que podrían equipararse. Y no es presunción exagerada, a los 82 grabados que conforman el corpus artístico de Los desastres de la guerra, de Francisco de Goya. Así de trascendente, así de necesaria, así de inevitable es la obra de Sara Castrejón.

Para jugar con el apellido de su madre, en la obra de Sara reza, con carbón, grafito o tinta china, la dignidad, la independencia, la creatividad, el coraje, y un poco de sol para alumbrar la vida y fotografiar la sangre.

Sara murió en su pueblo el 4 de noviembre de 1962. Esperamos con fruición la gran exposición nacional itinerante de la artista guerrerense. Sería una tardía, pero imprescindible manera de romper el olvido, y al fin honrar aquel concepto y palabra que ella tanto amó: la justicia.

Leer más

Opinión

Cartas al Centro Histórico | Paragüería París

En 1955 la Paragüería Paris abrió sus puertas en el centro de la Ciudad de México

Publicado

en

En 1955 la Paragüería Paris abrió sus puertas en el centro de la Ciudad de México, exactamente sobre San Juan de Letrán, lo que ahora es el Eje Central Lázaro Cárdenas; uniéndose a los múltiples negocios que en esa época se dedicaban a la venta y reparación de paraguas, pues estos eran y son un accesorio indispensable para todas las personas que padecemos las lluvias en la calle, durante la temporada de aguas.

En ese entonces los paraguas se traían de muchas partes del mundo y sus distintos mecanismos para abrir y cerrar tenían sus particularidades, y en la París se conocían todos y los podían reparar. Además de ofrecer paraguas de buena calidad y diseños muy especiales.

Desde 1975 y hasta el día de hoy el señor Refugio Bonilla, mejor conocido como Don Cuco, se ha encargado de atender a los clientes con entrega y amor. Don Cuco aprendió del propietario el oficio de reparar los paraguas y gracias a su trabajo todos estos años ha logrado que éste no desaparezca en nuestro país. Su amplia experiencia le permite reparar cualquier paraguas con habilidad y diligencia; pero en el trato directo con los clientes se distingue una capacidad especial para comprender el cariño que muchos le tienen a sus paraguas, pues muchos pertenecieron a familiares que ya han fallecido o han sido regalos de personas muy queridas mientras otros recuerdan los viajes al extranjero donde quizás compraron su paraguas.

La Paragüería París ha pertenecido a tres generaciones Fernández. Los fundadores del negocio fueron los señores José Soto y Valeriano Fernández, españoles provenientes de la provincia de Orense en España, quienes sintieron un cariño y agradecimiento hacia México por la acogida que recibieron al llegar al país. El señor Valeriano Fernández formó una familia y junto a su socio iniciaron este negocio cuyo oficio es de gran tradición en su natal Galicia.

Hacia el año de 1960 el señor Valeriano Fernández quedó como único dueño del establecimiento. Él decía: “A lo largo de más de 70 años hemos ofrecido la venta y reparación de paraguas y el servicio profesional de afilado de chchillos; y mientras los clientes nos sigan buscando, seguiremos atendiéndoles con el mismo gusto de siempre.” La prioridad de los propietarios siempre ha sido la completa satisfacción de sus clientes a través de un trato cálido y honesto, así como de la calidad de sus productos.

Desafortunadamente la Paragüería París tuvo que cerrar sus puertas en el 2023, pero sigue dando sus servicios a domicilio contactando a sus clientes a través de medios electrónicos. Gracias a estas nuevas posibilidades de comunicación se siguen reparando los paraguas que son queridos por los clientes y con el mismo trato de cuando inició el negocio en el Centro Histórico. De esta forma el oficio pervive y se mantienen los paraguas de postín.

Este texto es original y no ha sido modificado. Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de Capital 21 o C21Noticias
Leer más

Opinión

Cartas al Centro Histórico | La Jefa Elizabeth Morgan – Productos Esotéricos –

“Este mercado es muy tradicional y funciona desde los años cincuenta, somos más de 400 locales. Muchos hacemos ventas de productos esotéricos”

Publicado

en


Soy Elizabeth Morgan, llevo más de 20 años trabajando en el Mercado Sonora, pasillo 8 local 182. Este mercado es muy tradicional y funciona desde los años cincuenta, somos más de 400 locales. Muchos hacemos ventas de productos esotéricos. Yo llegué aquí por mi papá, quien tuvo junto con su esposa su local desde la inauguración del mercado.

Nuestro propósito ante el cliente es hacer lo posible para solucionar todos sus problemas y nunca abandonarlos, sin importar la situación en la que se encuentren, dando un servicio de total compresión y honestidad. Ayudamos a levantar negocios, a resolver problemas con el amor, el dinero, en fin.

Contamos con varios productos entre ellos lo más populares son: las veladoras, los amuletos, las lociones, esencias y perfumes, las hierbas frescas, las medallas, las sábilas para la abundancia y las figuras religiosas.

Yo ofrezco mis servicios como la lectura de cartas y de caracoles. Hago limpias personales, de casas y negocios, y trabajos negros, blancos, amarres y entierros entre muchos más.

Lo que más me piden son cosas para el amor, para el dinero y para la salud. Las veladoras las preparamos para la cuestión que se busca. Por ejemplo para el amor, o para que nos paguen deudas pronto. Son de parafina pero nosotros les hacemos una preparación especial. En la parafina marcamos el nombre de la persona para quien es el trabajo. Y le ponemos la esencia con aceite de oliva y yerba bruja y abre camino.

El velón se consagra de arriba hacia abajo y se pone en un plato de barro crudo, sin decoraciones. Y les ponemos en la base otras cosas como la canela que lleva azúcar y almizcle. Se prende con cerillo de madera y se consagra. En la forma de la flama y de cómo se quema la vela, podemos advertir qué está pasando con la persona o el negocio. Y tan solo con prenderla comienza la purificación.

La miel de amor se pone en las partes íntimas de la mujer, para que ella sienta placer y él siempre regrese. Lo mismo la lengua de perro, es un perfume con feromonas para tener a la pareja contenta. O la del toloache, que es una preparación para que la pareja acceda siempre a lo que una quiere. El amarre sirve para cuando una persona se quiere ir y se busca evitar.

Nosotros siempre decimos la verdad. Porque la gente nos recomienda. Así que primero vemos las cartas para ver si hay posibilidades de lo que nos piden. Porque luego vienen con una necedad, que no le conviene a la persona. Así que se lo decimos para que sepan a qué se atienen.

Siempre hacemos tres lecturas: una general, otra específica y la última son preguntas, para que respondan lo que quiere la persona que consulta.
Luego vienen los famosos de la televisión, pero no voy a contar la vida de las personas, porque es algo privado.

Las medallas son cuestión de protección, de salud y de economía. La cruz para la familia, el nudo negro para los que nos dedicamos a los trabajos espirituales.

Yo siento que la base de toda religión es la espiritualidad y toda religión merece respeto, pues nos sirve para un crecimiento personal y espiritual. Aquí trabajamos varias de ellas y buscamos la que ayude a cada persona. El Mercado de Sonora es internacional, los turistas vienen a comprar barro tradicional, también las piñatas y todo lo esotérico.

Este texto es original y no ha sido modificado. Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de Capital 21 o C21Noticias
Leer más

Opinión

Cartas al Centro Histórico | Huaraches Barrio Warrior

“Los Huaraches Barrio Warrior nacieron para brindarles a cada uno de nuestros comensales una experiencia única del centro de México”

Publicado

en

La Ciudad de México es un punto culinario que no deja de impresionarnos cada que vamos a comer y probamos algo nuevo, como los huaraches.

El término huarache deriva de la palabra «kwarachi», de la lengua purépecha del occidente del país. Y es el nombre de nuestra especialidad hecha con masa de maíz pues en su forma se parece al calzado tradicional mexicano.

Los Huaraches Barrio Warrior nacieron para brindarles a cada uno de nuestros comensales una experiencia única del centro de México, en el barrio de la Guerrero. Decidimos hacerlos un poco más grandes que los habituales y eso nos ha caracterizado.

En los años recientes vivimos la etapa de la pandemia bastante fuerte. Sin poder abrir un local al público que tuvo que guardar la sana distancia, decidimos ofrecer este delicioso platillo a través del denominado concepto dark kitchen o cocina oculta, y lo vendimos a través de las distintas aplicaciones móviles de comida para llevar. Así lo hicimos desde nuestro pequeño apartamento, ubicado en la colonia Guerrero, e iniciamos operaciones en esta modalidad en octubre 2020.

Desde esa fecha trabajamos día con día para ofrecerles a nuestros clientes el mejor servicio de la mano de la mejor calidad de cada uno de nuestros ingredientes.

Tenemos una gran variedad de guisados para acompañar el delicioso huarache, como los guisados de costilla, la pechuga de pollo empanizada, la salchicha asada, el huevo revuelto y el bistec a la plancha.

Entregamos pedidos sobre todo en el Centro Histórico. Las personas ya saben de nuestra sazón y de la calidad del huarache, así que nuestros repartidores recorren las calles para entregar en los comercios y en las oficinas que pueblan el primer cuadro.

La pandemia nos enseñó a trabajar diferente y ya superada esa etapa, estamos contentos de tener una gran clientela en el corazón de la Ciudad.

Este texto es original y no ha sido modificado. Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de Capital 21 o C21Noticias
Leer más

Tendencia