En París 2024 habrá un equipo que competirá bajo la misma bandera, pero que habla diferentes idiomas y provienen de lugares del mundo donde no hay camino hacia la paz. Después de huir de la guerra y la persecución, 36 atletas de 11 países competirán en los Juegos de París como parte del Equipo Olímpico de Refugiados.

No hay migrante que no busque una vida mejor. El equipo creado originalmente para los Juegos Olímpicos de Río en 2016 nació como un símbolo de esperanza para llamar la atención sobre la difícil situación de los refugiados en todo el mundo.

En la ciudad luz, los atletas refugiados subirán al escenario en un momento de migración global récord.

Según la estimación más reciente de la Organización Internacional para la Migración, tan solo en 2020 había en el mundo aproximadamente 281 millones de migrantes internacionales, una cifra equivalente al 3,6% de la población mundial con cientos de millones de personas, muchas de ellas desplazadas de sus hogares, trabajando para reinventarse a sí mismos como lo han han hecho estos atletas.

La migración récord viene junto con un aumento de la extrema derecha en gran parte del mundo, con funcionarios y partidos de muchos países que prometen reprimir la inmigración y el asilo; se trata del populismo convertido en nacionalismo.

En los Juegos, los atletas competirán en un país anfitrión donde el partido de la derecha  antiinmigración comandado por Marine Le Pen vio un aumento del apoyo de los votantes en las elecciones parlamentarias, pero finalmente fue rechazada por una coalición de las distintas izquierdas francesas y no logró ganar la mayoría; por lo que dejó a una Francia en una difícil gobernabilidad.

Los atletas refugiados competirán en 12 deportes, pero para muchos, su viaje a París ya es una victoria en sí mismo.

Fernando Dayán Jorge, cubano, piragüismo

Fernando Dayán Jorge pasó su infancia volando más allá de barcos de pesca desvencijados y casas coloniales en la bahía junto a su casa en Cienfuegos, Cuba. El piragüista de 25 años es dos veces olímpico para el equipo nacional de Cuba en Río de Janeiro y Tokio. Entonces, un medallista de oro. Un desertor del equipo cubano. Un migrante. Un trabajador de mantenimiento. Y un refugiado.

Jorge estaba en la cima de su carrera, habiendo ganado el oro en Tokio para el sprint de canoa de 1000 metros, cuando dio un paso desalentador en marzo de 2021. Mientras entrenaba en México, Jorge desertó, uniéndose a un número creciente de atletas cubanos en el desierto de su país en medio de un vuelo migratorio en curso.

Dejó atrás su casa y cruzó a los Estados Unidos a través de Río Grande, con la esperanza de una vida mejor, aunque incierta.

Convertirse en uno de los primeros cubanos en competir en el Equipo Olímpico de Refugiados lo cambió todo para él, dijo. Aún así, está entre los que han luchado por cubrir los costos de competir a nivel internacional. Abrió una página de GoFundMe en junio para ayudar a pagar su camino a los Juegos.

Cuba ha protestado por la inclusión de Jorge y el levantador de pesas cubano Ramiro Mora en el equipo, diciendo que no deberían ser considerados refugiados.

Manizha Talash, afgana, breakdance

Manizha Talash no teme a los talibanes. “Estoy aquí porque quiero alcanzar mi sueño. No porque tenga miedo”, declaró desde España, luego de que se le concediera el asilo. En las afueras de Madrid, la joven de 21 años está entrenando duro para los Juegos, que por primera vez incluirán breakdance.

Hace solo unos meses, trabajaba en una peluquería en la ciudad de Huesca. Talash es una de los cientos de afganos llevados a España a bordo de aviones militares tras el regreso de los talibanes al poder en agosto de 2021.

Talash tenía 17 años cuando vio un vídeo en las redes sociales de un hombre bailando y se mostró escéptica: debe haber sido falso, generado por la IA, pensó. Pero las imágenes eran reales y pronto se obsesionó. Encontró un club en Kabul donde un bailarín de los vídeos se entrenó y llamó a la puerta. Era la una chica entre 55 hombres.

Romper los estereotipos la liberó de los problemas a los que se enfrentan las mujeres jóvenes en Afganistán. Pero no pasó mucho tiempo antes de que Talash se diera cuenta que los medios de internacionales publicaron historias sobre “la joven afgana que desafía las normas culturales y religiosas”. De pronto, eso la volvió un flanco.

Su club comenzó a recibir amenazas y un día cuando una bomba golpeó muy cerca, la policía local les pidió cerrar por precaución hasta que los talibanes regresaron al poder.

A pesar de las promesas iniciales de que los derechos de las mujeres no se reducirían, desde entonces a las mujeres se les ha prohibido estudiar y se enfrentan a varias restricciones en el empleo, los viajes y la salud.

Mohammad Amin Alsalami, sirio, atletismo

Cuando Mohammad Amin Alsalami llegó a Berlín en octubre de 2015, tenía frío, estaba solo y nostálgico. El refugiado sirio había dejado atrás su ciudad natal de Alepo, devastada por la guerra, huyó a Turquía, cruzó el Mediterráneo en un bote de goma a Grecia y caminó a pie hasta Alemania. Al igual que millones de otros migrantes, estaba en busca de un lugar donde pudiera construir un futuro sin bombas ni violencia.

Casi una década después, a Alsalami, de 29 años, se le concedió el asilo, aprendió alemán e hizo nuevos amigos. Ahora vive el sueño de convertirse en un atleta de clase mundial. Se enteró entre lágrimas hace solo unos meses de que recibió la luz verde para participar en los Juegos de París.

Alsalami descubrió su pasión por el atletismo durante la educación física en la escuela a los 15 años. Un profesor se dio cuenta de su talento para el salto de longitud y lo empujó a participar en competiciones locales y nacionales en Siria. Pero cuando estalló la guerra civil, ya no podía practicar. Es el menor de nueve hermanos y proviene de una familia de sastres desplazada varias veces dentro de Siria, y que luego huyó a Turquía.

Él atribuye a su pasión por el atletismo la superación de las dificultades que encontró en su nuevo país.

Durante las primeras semanas en Berlín, buscó diferentes estadios y gimnasios en Google Maps para poder empezar a practicar el salto de longitud de nuevo. Recuerda haber caminado a través de la primera nieve para finalmente arribar uno de los grandes gimnasios interiores de la ciudad y ser descubierto por un entrenador.

Iman Mahdavi, iraní, lucha libre

Iman Mahdavi no ha visto a su madre desde octubre de 2020, cuando el luchador iraní huyó de su país de origen por temor a su vida. Con solo la ropa que llevaba puesta, Mahdavi hizo un desgarrador viaje a pie desde Irán hasta Turquía, luego voló a Italia y solicitó asilo.

Una vez que se le concedió asilo, uno de los primeros objetivos de Mahdavi era continuar la lucha libre. Su padre, que alguna vez fue un luchador, le había inculcado a su hijo una pasión. Mahdavi se convirtió en siete veces campeón nacional junior y ganó más de 50 medallas.

A través de un amigo con el que se conectó en Instagram, Mahdavi fue presentado a un gimnasio en las afueras de Milán.

Tan pronto como lo vieron actuar en el gimnasio, el presidente Guiseppe Gammarota, presidente del Lotta Club Seggiano, decidió junto a su entrenador Marco Moroni prepararlo para competir.

Mahdavi dijo que su verdadero padre murió de un ataque al corazón hace varios años después de que se le dijera por error que su hijo murió en un accidente automovilístico.

Finalmente fue Moroni quien ayudó a Mahdavi a encontrar un trabajo, como portero de un club nocturno. Trabaja de 11 p.m. a 5 a.m., se va a casa a dormir y luego entrena todos los días. Pero tiene un enfoque que lo impulsa: volver de París 2024 con la mejor medalla de color que pueda conseguir.